lunes, 3 de noviembre de 2014

La crisis de la edad


La crisis de los 30

Un estudio realizado por Oliver Robinson, de la Universidad de Greenwich (Londres), revela que mucho antes de cumplir los cincuentasufrimos una crisis previa con similares síntomas: inseguridad, depresión, soledad... Ocurre alrededor de los 30 años, cuando los adultos sienten la "presión de triunfar antes de cumplir los 35". Según el investigador, normalmente esta crisis atraviesa fases: primero el "adulto joven" se siente atrapado en sus opciones, siente un fuerte deseo de cambiar, dedice dejar su trabajo o su relación sentimental y probar nuevas experiencias, y finalmente recupera el control y empieza una nueva vida más centrada en sus intereses y valores. Robinson dice que esta crisis es positiva y que el 80% de los sujetos, cuando mira hacia atrás, se alegra de las decisiones que tomó entre los 30 y los 35.

La crisis de los 40 

En los hombres, la Crisis de los 40, puede presentarse entre los 35 y los 45 años y suelen sentir la necesidad de hacer, vivir, experimentar, probar, todo aquello que no han hecho, vivido, experimentado o probado. Tienen una serie de pensamientos irreales, que les dicen que es ahora o nunca, como si creyeran que la vida se terminara después de los 40. Por suerte no todos los hombres pasan por esta crisis. Y no hay distinción entre solteros, casados, con estudios o sin ellos y de cualquier nivel socio-económico. 

La crisis de los 50

Los cincuentones pueden sentirse motivados a cambiar de vida si no están a gusto con ella. Hay tácticas y soluciones importantes.
En todas las décadas de la vida los seres humanos, hombres o mujeres, tienen crisis de la edad. Mientras a algunos los deprimen, a otros les dan fuerza para enfrentarlas y dejarlas pasar.
Sin embargo, la crisis de los 50, una etapa en la que no se está ni tan joven ni tan viejo, es la que realmente hace tambalear a la persona, porque tiene que ver con la autovaloración personal.
Según el psicólogo clínico David Aguirre Farfán, la madurez provoca que el cuerpo empiece a cambiar, no solo en la textura de la piel o el funcionamiento de los órganos, sino en la forma de pensar y de hablar.


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